Cada año en el mes de abril, Sevilla se ve convertida en la protagonista de toda Andalucía poniendo en marcha su mundialmente conocida Feria de Abril. Una semana en la que los sevillanos y todas aquellas personas que visitan Sevilla por este u otro motivo, pueden disfrutar de un buen ambiente amenizado con bailes, cantes, tapas, manzanilla y ganas de pasarlo bien.
Pero era otro el objetivo cuando ésta se creó. Allá por el año 1846, fueron dos importantes hombres de negocio, José Mª de Ybarra y Narciso Bonaplata, bilbaíno y barcelonés respectivamente, que ya llevaban en nuestra ciudad desde años atrás, y participaban en la vida cotidiana de Sevilla como políticos y emprendedores -llegando uno de ellos a haber sido alcalde- propusieron crear una feria ganadera cuya duración sería de 3 días en el mes de abril, para aprovechar el buen tiempo que llega con la primavera.
En sus comienzos, la feria de abril fue una feria dedicada al ganado.
El consistorio sevillano y sus miembros acogieron con agrado de forma unánime esta propuesta, y la presentaron a la reina, Isabel II en aquel entonces, la cual dio luz verde para que en la siguiente primavera, en abril de 1847, se pudiera celebrar la primera feria ganadera de Sevilla.
Fue un éxito absoluto, y reunió a una gran cantidad de visitantes en los jardines del Prado de San Sebastián, lugar en el que la feria de abril fue emplezada hasta 1973, año en el que, por cuestiones de espacio, la trasladaron hasta el barrio de Los Remedios, en el Real de la Feria que conocemos hoy en día.
Anque los primeros años de la feria de abril estuvieron dedicados únicamente a la ganadería, no tardaron mucho en encontrarse otro tipo de feriantes y comerciantes, que empezaron a ofrecer comidas, bebidas y distracciones varias. Esto, gracias a la forma de vida y costumbres sevillanas, fue ganando más presencia año tras año, hasta que la ganadería dejó de tener presencia en la feria de Sevilla y se convirtió en una fiesta popular, dedicada al ocio y la diversión.
Por este cambio de aires, fueron sus propios creadores los que se opusieron rotundamente a que se siguiera celebrando la feria tras haber perdido su carácter ganadero, pero finalmente y después de tantos años en los que el pueblo sevillano le había dado ese carácter festivo, terminaron apoyándola.